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jueves, 9 de septiembre de 2010

Vall d'Uixó



En estos días de calor sofocante y sol de justicia la Comunitat Valenciana ofrece un sorprendente conjunto de cuevas en las que pasar unas horas a la fresca con toda la familia, descubrir los secretos de nuestro misterioso mundo subterráneo y dar rienda suelta a la fantasía evocadora que desprenden las grutas.
Quizá las cuevas más conocidas sean las de San José, situadas en la Vall d'Uixó (Castellón), que reciben más de 140.000 visitantes al año. El recorrido guiado es de aproximadamente 800 metros y dura 40 minutos. Además, los alrededores de la cueva están equipados con paelleros, espacios habilitados para barbacoa, restaurantes, aparcamientos, dos piscinas y una zona recreativa para niños. Estas grutas, cuya temperatura media ronda los 20 grados, resultan especialmente atractivas por albergar el río subterráneo navegable más largo de Europa, por lo que la visita se convierte en un cautivador e intrigante recorrido en barca. Durante el paseo se cruza la sala de los murciélagos y el lago de Diana. Otros enclaves fascinantes son la galería de los sifones, un túnel de 60 metros, el más largo de la ruta, así como la boca del forn y la moreneta. En estos subterráneos tan sólo se recorre a pie la galería seca, de unos 250 metros de longitud, donde se encuentran llamativas formaciones como la cascada de la flor o la medusa.
Otra buena opción, esta vez en la provincia de Valencia, es la Cueva de Don Juan, a 12 kilómetros de Jalance y cuya profundidad es de 15 metros. El recorrido dura unos 30 minutos y comprende alrededor de 400 metros divididos en dos partes: una seca y otra húmeda, que sigue desarrollándose. Las formaciones de esta gruta han propiciado que la imaginación popular cree un universo paralelo en las rocas como el mirador del bacalao y la sima del infierno. Además, la cueva alberga el lago de los deseos, donde los visitantes prueban suerte tirando una moneda.
También en Valencia se ubica la Cueva de la Araña situada en el término municipal de Bicorp, aunque a más de 10 kilómetros del centro del municipio. Gran parte del acceso se realiza a través de pistas forestales y, debido a su localización, es necesario contratar visitas guiadas desde el Ecomuseo de la localidad. La Cueva de la Araña es internacionalmente conocida por albergar una pintura rupestre única en el mundo: la recolección de miel. Se trata de un curiosa escena en la que un hombre agarrado a una cuerda introduce el brazo en un panal para intentar coger la miel y meterla en la cesta que porta a la espalda, mientras un enjambre de abejas revolotea a su alrededor. Esta pintura, junto con el resto del arte rupestre levantino, está considerada Patrimonio de la Humanidad.
La gruta recibe unas 5.000 visitas al año de familias y asociaciones de senderismo, especialmente durante Semana Santa, e incluye un recorrido por los pasajes naturales de Bicorp, en el que se explica cómo vivían y cazaban los antiguos moradores del lugar. Por ello, es imprescindible que los visitantes acudan con su propio coche, pues tan sólo se recorren a pie los últimos dos kilómetros del camino. No obstante, la organización dispone de dos todoterrenos de apoyo para quienes no logren finalizar por sí mismos el recorrido.
Un tipo de cueva muy distinto es el que ofrece Requena, pues permite recorrer las construcciones subterráneas ideadas por los árabes que se extienden bajo la plaza de la ciudad y la mayoría de casas colindantes. Sus casi 1.200 metros de galerías fueron empleados para guardar vino o como silo para los cereales. Además, se utilizaron como refugio durante diferentes guerras. En la actualidad se guardan en ellas antiguos instrumentos para la elaboración de vinos y tinajas centenarias.
La visita guiada, que debe concertarse previamente, dura alrededor de media hora y en ella se explican las peculiaridades de cada galería.
Ya en Alicante se encuentran varias cuevas de interés. Una de ellas es la de Canelobre, en Busot, situada a tres kilómetros del municipio, en la falda del Cabeçó d'Or. Su nombre proviene de una formación rocosa con forma de candelabro, 'canelobre' en valenciano. Este recinto, que en 2009 recibió a 48.000 visitantes, ofrece como gran atractivo una de las bóvedas más altas de España, con 70 metros de altura, que le da el sobrenombre de 'La Catedral' y, según el encargado de la cueva, Juanjo Morant, «sólo por sus dimensiones impresiona».
La gruta cuenta con numerosas formaciones con originales nombres como boca de dragón, el casco de romano, cabeza de elefante, la Sagrada Familia, la palmera o el spaghetti. Durante la Guerra Civil se empleó como refugio de las tropas republicanas y como fábrica de aviones y polvorín por lo que se dinamitó una parte de la cueva. Su temperatura ambiente se mantiene en torno a los 17 grados, presenta dos tipos de visitantes diferenciados según la época del año: De octubre a mayo la mayoría son grupos de pensionistas y grupos escolares de Murcia, Alicante y Valencia. En cambio, durante la época estival la cueva se llena de familias que veranean por la zona, pues Canelobre representa una excursión alternativa al turismo de sol y playa. Según Morant, en los días nublados de agosto «se triplica el número de visitantes».
Otra visita obligada es la cueva alicantina de las Calaveras, en Benidoleig. Esta gruta ofrece un recorrido de más de 300 metros durante el que se pueden contemplar numerosas estalactitas y estalagmitas, así como cúpulas de 40 metros de altura. La mayor parte del trayecto se realiza en llano, aunque cuenta con bajadas de unos 20 metros de profundidad. Además, el paseo finaliza en el lago Toll Blau, utilizado por los árabes para labores de regadío. Este subterráneo cuenta en sus alrededores con varios restaurantes y un aparcamiento. Por otra parte, la Cueva de Adsubia, situada en la localidad alicantina del mismo nombre, ofrece un breve recorrido de 80 metros con un desnivel de 15. El paseo comienza en un estrecho pasillo, llega hasta una sala de 600 metros cuadrados, que cuenta con un mirador de madera desde el que contemplar las numerosas formaciones rocosas que recubren la cueva, y desemboca en otro mirador situado en la parte central.
También resulta atractiva la Cueva del Rull en La Vall d'Ebo, que presenta un desnivel de 19 metros. El recorrido es de 220 metros y un aspecto que lo hace especial es que la visita se realiza en sentido circular para poder contemplar desde diferentes perspectivas las formaciones subterráneas.
En Cullera han dado un giro distinto a la Cueva de Dragut convirtiéndola en un museo de la piratería. Y es que, se dice que el malvado bucanero Dragut, lugarteniente de Barbarroja, antes de incendiar y saquear el pueblo en 1550 se refugió aquí, pues la gruta disponía por entonces de una conexión directa con el mar. Ahora sus cavidades se han convertido en salas de exposición en las que se muestran banderas y armas empleadas por los piratas, trajes de la época e incluso una reproducción de un barco corsario del siglo XVI. Además, el museo de Dragut incluye una visita guiada en la que se detallan las peripecias del temido pirata. El recinto es un éxito entre las familias que veranean en Cullera y sus alrededores, tanto españolas como extranjeras. De hecho, los trabajadores del lugar aseguran que en agosto «todos los días está lleno». Llegar a la cueva, situada cerca del faro, junto a la playa, es fácil pues un tren turístico transporta a los visitantes desde el casco urbano hasta el museo.
La oscuridad y quietud de las cuevas siempre ha inspirado relatos y fabulaciones, como la leyenda de la Cueva del Llop Marí, en Tabarca. Al sur de la isla existe una gruta, desconocida para muchos, que se interna en el subsuelo de la población y en la que penetra el agua del mar, así como pequeñas embarcaciones. Se cuenta que, a finales del siglo XIX, una pareja de lobos marinos eligieron la cueva como lugar para el nacimiento de su primera cría. Pero los habitantes de Tabarca, temiendo que los animales supusieran un peligro para la pesca, se internaron en la gruta durante una noche de luna llena y los atraparon.
Tan sólo el macho logró sobrevivir al ataque, por lo que comenzó a aullar de dolor y tristeza hasta que murió tres días después. Según dicen, tal era su desolación que todavía hoy, durante las noches de luna llena, se escuchan sus lamentos en los alrededores de la gruta, mientras el resto de fauna marina acude a acompañarle

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