Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encontraron dos cuerpos humanos momificados y un esqueleto de ancestros rarámuri en la cueva El Gigante, en la sierra Tarahumara de Chihuahua, sumándose a otros ocho descubrimientos el año pasado.
Los investigadores explicaron que éstas tienen una antigüedad entre 800 y 100 años, y que la mayoría fue encontrada en posición fetal, con evidencia de haber sido envueltos con mantas de algodón y de fibras vegetales.
Enrique Chacón, arqueólogo a cargo del Proyecto Arqueológico Cueva El Gigante, dio a conocer el hallazgo tras la excavación, documentación y registro arqueológico del lugar.
Los descubrimientos hechos el año pasado fueron realizados por tres jóvenes que avisaron a las autoridades, las cuales informaron al INAH para que arribaran al lugar e inspeccionara los cuerpos para realizar un peritaje.
Ante estos hechos y el reciente descubrimiento, los especialistas creen que el lugar puede ser un cementerio prehispánico, debido a que en el 2010 y 2011 se encontraron 10 momias y 13 esqueletos en la misma cueva.
Los restos humanos encontrados en la cueva fueron trasladados al Museo Comunitario de Historia Regional “Abraham González”, para después ser sometidos a la etapa de conservación y análisis, de igual forma los objetos hallados en el lugar.
“Se realizarán estudios de laboratorio para determinar con exactitud el periodo en que fueron enterrados los 23 cuerpos, así como el tiempo durante el cual el abrigo rocoso fue utilizado como cementerio”, precisó Enrique Chacón.
El equipo de arqueología trabajó durante varias semanas en el interior de la cueva, para poder sacar los cuerpos sin dañarlos, ya que de los 23 sólo 10 están articulados y de los 13 restantes sólo se pudieron conservas los esqueletos.
De los diez cuerpos articulados, tres corresponden a lactantes, y los demás a jóvenes y adultos, señaló Chacón.
Los objetos encontrados con los cuerpos deben tener una antigüedad de 800 y 1000 años, lo cual indica que la cueva pudo ser utilizada como cementerio alrededor del año 100 o 1200 d.C., indicó el arqueólogo.
Añadió que los individuos fueron depositados sobre el suelo de la cueva, como bultos, colocando a su alrededor las ofrendas, después se tapó la entrada con un muro y el tiempo se encargó que la tierra, el polvo y la hojarasca sepultara los restos humanos.
La condición del clima y de la cueva ayudó a mantener conservados los cuerpos, para que al final fueran hallados en calidad de momificación, puntualizó.
Pero, agregó que los cuerpos no permanecieron intactos desde que fueron enterrados, ya que presentan rastros que algunos se removieron en al menos dos ocasiones, se especula que por animales, lo que generó que algunos cuerpos se hallan conservado mejor que otros.
Chacón señaló que con base a investigaciones, comparativos a través de la literatura etnográfica y reportes de trabajos sobre cementerios prehispánicos en la Sierra de Chihuahua, se concluyó que la cueva puede tratarse de un cementerio tarahumara, pero que la confirmación de esta hipótesis será a través de análisis de los cuerpos momificados.
El especialista contó que “la gente refiere que en las cuevas habitaba un hombre de estatura mucho mayor a la normal, al que llamaban Ganoko, quien se comía a los niños de los indígenas; para defenderse, los tarahumaras decidieron envenenarlo, dándole a comer chilicotes; dicen que el gigante se fue a morir a una cueva”.
Con relación a la historia que cuentan las personas del lugar, el arqueólogo aseveró que hasta el momento no se han encontrado huesos de ningún ser humano de tamaño anormal y de que la figura del gigante está plasmada en diversas pinturas murales dentro de diferentes cuevas tarahumaras.
Por último, Chacón expresó que las semillas que fueron colocadas en el cucharón a manera de ofrenda, son motivo de un estudio más amplio, tendiente a conectar a la arqueología con la etnohistoria, y con ello recuperar la información que guardan las cuevas de la Sierra de Chihuahua
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