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miércoles, 11 de diciembre de 2019

més enlla dels 2000......


García-Dils, el hombre de las profundidadesEl arqueólogo ostenta el récord mundial de espeleología tras descender 2.200 metros en la cueva conocida más profunda del mundo, Krobera-Voronya, en la república autónoma de Abjasia, en el Cáucaso Occidental




¿Qué lleva a una persona a querer desaparecer bajo la tierra, a meterse en los pasadizos más angostos y a soportar allí las condiciones más arduas? Sergio García-Dils (Sevilla, 1971) lleva toda su vida explorando lo que hay debajo, muy por debajo, del suelo que pisamos. Ha escudriñado grutas de todo el mundo. Y sus anécdotas explican su persistencia. En un momento de la entrevista con este arqueólogo y espeleólogo, mientras rememoraba cómo su equipo logró el récord mundial de profundidad, en la sima Krúbkera-Voronya, en el Cáucaso Occidental, apareció la clave.
– ¿Hasta qué punto puede ser duro vivir dos meses bajo tierra?
– Nuestro campamento estaba a 1.600 metros de profundidad. En una zona a la que se accede buceando a través de una galería inundada, atravesando cascadas. Dormíamos en una pequeña galería que se queda seca, con el sitio justo entre dos paredes. Un espacio de 3×5 metros, con una temperatura de cuatro grados, con un 100% de humedad y oscuridad absoluta. Vives en las tinieblas, completamente aislado de la superficie. Las 24 horas del día te cae agua encima y soportas corrientes de aire, incluso cuando estás durmiendo o descansando. Estás embarrado, no tienes donde lavarte, soportas jornadas de trabajo de 12 horas y sólo desayunas y cenas cuando vuelves al campamento.
– ¿Por qué merece la pena?
– Cuando batimos el récord por primera vez llegamos a una sala inmensa que no esperábamos. Hay veces que la cueva puede acabar en un agujero por el que no cabe ni la mano, pero no fue el caso. En ocasiones como esta llegas a lugares increíbles, con cascadas, ríos… pero, además, eres el primer ser humano que los ve.
En ese espíritu de primer poblador se halla una pasión que le viene de la infancia. Hijo de una zaragozana y de un ingeniero industrial y espeleólogo, a García-Dils le fue inoculado el veneno cuando era niño. Creció en Sevilla, en el Barrio de Heliópolis, y estudió en el Colegio Claret. Probablemente, era el único niño de su clase que tenía acceso a ese tipo de lugares. Desde los siete años, acompañó a su padre a todas partes. “Ellos siempre han viajado mucho, han pasado meses en Nepal, por ejemplo. Me despertaron esa vocación por descubrir”.
También por este ímpetu aventurero, de novela de Verne, se decantó por la licenciatura de Historia, y se especializó en el conocimiento de las lenguas antiguas. Estudió epigrafía en latín, griego, egipcio, hebreo… Comenzó su tesis en Rusia, por la cuestión de la colonización griega, pero su catedrático falleció y regresó a Sevilla para especializarse en epigrafía romana. Hace 20 años que se dedica a esta civilización como arqueólogo en el Ayuntamiento de Écija. “Fue una adaptación forzosa pero poco a poco fui dejándome seducir por el encanto a la arqueología más urbana. Estoy satisfecho de los descubrimientos que hemos ido haciendo. Las inscripciones latinas me han dado muchas satisfacciones”.
A lo largo de estos años, ha desarrollado excavaciones urbanas en zonas públicas de Écija como el Alcázar Real, la Plaza de España… “Trabajamos el territorio histórico del núcleo a lo largo de los últimos 3.000 años. Cómo ha evolucionado el paisaje, el poblamiento y la propia ciudad desde sus orígenes. Otra línea de trabajo es la epigrafía romana, muy rica en inscripciones. Y una tercera es la gestión del patrimonio. Actualmente estamos en el Palacio de Peñaflor, con una arqueología más reciente pero muy interesante».
A su juicio, el nivel con el que se trabaja en Arqueología dentro de España es excelente. «Colaboramos con equipos alemanes, franceses, italianos… y vamos todos a una. No existe un abismo, aunque sí una diferencia en cuanto a medios. Pero, gracias a esa relación tan fluida, podemos utilizar los suyos para también investigar nosotros».
En su carrera le ayudaron los conocimientos sobre espeleología. Cuando empezó a tener relación con Rusia, en 1991, la URSS estaba viviendo sus últimos estertores. En la Universidad de Moscú existía un equipo de espeleología al que accedió gracias a sus destrezas en el campo. Junto a él, se sumó al proyecto un grupo de jóvenes de diferente procedencia, casi todos miembros de una segunda generación de espeleólogos. Era 1995 y él atesoraba 17 años en el campo, cumplía el perfil perfecto. La idea era explorar las cuevas más profundas desde un punto de vista científico. Estuvo en Eslovenia, en la frontera de la parte rusa del Cáucaso… «Por la guerra, no podíamos ir más allá. Hasta que en 1999 retomamos las expediciones soviéticas en aquella región que, luego, nos brindó unos resultados espectaculares».
En ese año, de hecho, batieron el récord. Superaron la cifra de Los Alpes, de 1.610 metros, llegando a bajar a los 1.720. «Fue la primera vez que aquello sucedía en otro lugar que no fuera en la gran cordillera europea. Hoy, vamos ya por los 2.200 metros«, cuenta, y se aprecia en su tono cierta impresión respecto a un logro que es suyo. En 2002, en una expedición organizada por National Geographic, batieron la cifra de los 2.000. Nadie les ha superado todavía. En el Cáucaso, tienen en su haber el descubrimiento y confirmación de la primera, segunda y tercera cueva más profundas.
«El mérito no es mío. Aquí es imposible hablar de una sola persona. Si hay algo que necesita un trabajo de equipo, eso es la exploración. Abajo convives con poca gente. La primera vez que superamos los 2.000 metros, éramos seis. Pero detrás teníamos un apoyo de 20 especialistas. De este modo, lo más difícil aquí no es otra cosa que coordinar y saber trabajar en grupo. Y allí abajo la mayor habilidad es la capacidad de convivencia. No es algo heroico, es cuestión de llevarse bien, de tener buen humor. Y pasión, claro, porque no sacas un céntimo, más bien lo pierdes».

«Es la exploración geográfica pura»

Aunque reste méritos a sus campañas, lo cierto es que sí hay algo de heroísmo en su trabajo. Por ejemplo, cuando se llevó a Jesús Calleja al Cáucaso, les pilló una fuerte crecida. Pasaron mucho miedo. «A más tiempo llevas, más consciente eres de los accidentes que se producen. Lo que decía antes, sigo porque hoy puedes explorar todo el planeta con robots, drones… Pero adonde yo he accedido sólo llega el hombre. Es la exploración geográfica pura, ningún ser humano ha puesto el pie donde tú lo estás poniendo».
En sus viajes al centro de la tierra, García-Dils ha descubierto ecosistemas completos que habitan a 2.000 metros de profundidad y 10 nuevas especies. Una población cavernícola de extremófilos que vive en zonas sin luz y de humedad superlativa. Seres en los que se está investigando con vistas a la fauna que pudiera existir o haber existido en Marte. «En caso de que así fuera, tendría mecanismos similares, es una de las líneas clave de este estudio que puede tener aplicaciones insospechadas».
El sevillano es incapaz de quedarse con una de sus exploraciones, pues cada vez que regresa, los nuevos descubrimientos eclipsan lo anterior. Sin embargo, en su anecdotario, destaca una campaña del año pasado, en la que consiguieron reunir cuatro grandes cuevas que en principio se creían independientes. «Fue una revolución, aunque en España no se enteró nadie, claro. Nos dimos cuenta porque encontramos una placa de topografía de una antigua expedición soviética entrando nosotros por otra cavidad que los rusos no habían explorado. Vimos que de lo desconocido habíamos llegado a lo conocido. De pronto estábamos ante un sistema subterráneo de 2.200 metros de profundidad que nos abre enormes posibilidades para continuar explorando en 2017. Fue increíble. Y localizamos a los primeros exploradores para decirles: Hemos llegado por otra entrada al lugar donde tú estuviste hace años«.
Con el aumento de los medios técnicos, las expediciones también han mejorado en España. «Está apareciendo un segundo, tercero y cuarto sistema de más de 100 kilómetros. En los últimos años hemos sacado muchas distancias inexploradas, y hallado galerías dos y tres veces más anchas que la del Metro. Por dar un dato, como mucho habremos explorado en más de un siglo de espeleología no más del 10 por ciento de lo que puede haber. En España se da la fecha de 1897 como comienzo de la disciplina. En estos 120 años se ha descubierto una barbaridad y esto te da una idea de todo lo que nos queda por delante».
El año que viene, avanza, una expedición invernal le hará volver a la cueva más profunda del mundo. Después, regresará a esas cuatro cuevas que luego eran una y que tantas satisfacciones le han dado para continuar investigando sobre los resultados anteriores. El Noroeste de Eslovenia y en la zona central de la Cordillera del Tauro en Turquía también están en el horizonte de este profesional que redactó el Real Decreto de Espeleología, un texto que ha ayudado a reglar la enseñanza en el campo, hoy equivalente a una Formación Profesional».

«En este mundo de inmediatez nuestro campo no es atractivo»

También continuará explorando por pura pasión. A su hija, como su padre hizo con él, se la llevó por primera vez cuando sólo tenía cinco meses, con su pequeño saco de dormir y todo. «Ahora tiene un año y yo espero que esto le guste. Es una actividad preciosa pero que es difícil que atraiga en el mundo en que vivimos y más a la gente joven. Nosotros tenemos todos entre 45 y 50 años… hay un relevo de entre 20 y 25, pero nunca atraerá a grandes masas porque, hablando en plata, no te ve nadie. Si escalas, todo el mundo te retratará pero nosotros estamos bajo tierra. Por otro lado, hay que ser consciente de que puedes pasarte un mes lleno de barro y volverte de vacío. Y no hay dinero de por medio, sin apoyo de las administraciones públicas, vamos tirando con los patrocinadores. En fin, tienes que albergar una paciencia enorme, saber que los proyectos son de por vida. O se acaba la cueva o te acabas tú. En el mundo de inmediatez, la espeleología no puede resultar atractiva a gran escala».
Con todo, García-Dils la recomienda a cualquier escala. De la misma que uno puede hacer escalada en Sierra Nevada o en el Himalaya. «Si te gusta, te gustará para siempre

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