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martes, 29 de octubre de 2013

Cueva de Bellamar

Descubierta casualmente en 1861 como parte de la fabricación de yeso que demandaba la construcción del teatro Sauto, la cueva de Bellamar introdujo la espeleología como disciplina en la Mayor de las Antillas y hoy figura como el centro turístico en activo más antiguo de la nación.

Su verdadero descubridor fue el español Manuel Santos Parga, quien acumula el mérito histórico de haberla escudriñado en detalle. Las más recientes expediciones al sitio han confirmado evidencias de sus andares en la espelunca hasta pasajes en los que se pensaba nunca había hollado el ser humano, por tratarse de galerías muy angostas y peligrosamente distantes de su entrada.
Con sus más de 20 kilómetros de extensión y su complicada red de galerías, que comprende 9 niveles, Bellamar ofrece, para asombro de muchos, una antigüedad de apenas 25 mil años, donde la caliza y la roca marga se subordinan a los caprichos de la naturaleza, para constituir, sin lugar a dudas un excelente laboratorio de la cristalografía subterránea.
Su sello distintivo son las formaciones cristalinas traslúcidas, de complicadas marionetas como consecuencia de haberse inundado la cavidad en varias ocasiones y cuyo resultado son formaciones sedimentarias cubiertas por una capa cristalina.
Propuesta para integrar el selecto grupo de sitio Patrimonio de la Humanidad, Bellamar deberá asumir una serie de inversiones para proteger sus formaciones, la cantidad de visitas y otros valores agregados como la sala de exhibición en tercera dimensión, con lo más notorio de la espeleología mundial.









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