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jueves, 25 de octubre de 2012

LA 'APARICIÓN' DE UNA CUEVA

 
La  suerte  llevó  al  tesoro

 
 
 
 
La cueva de Altxerri se 'descubrió' gracias a la dinamita de dos baserritarras de Aia.
La boca de la cavidad, hoy Patrimonio de la Humanidad, surgió por una casualidad: un petardazo en 1956

 
Seis años más tarde, en 1962, unos espeleólogos vieron las pinturas por primera vez
 
Se cumplen ahora 50 años del descubrimiento de las pinturas y grabados de la cueva de Altxerri. El 8 de noviembre se celebrará una gala en el Teatro Victoria Eugenia, en la que se homenajeará a los tres espeleólogos que se percataron de que allí había lo que había. Pero seis años antes, en 1956, ocurrió otro suceso sin el cual no conoceríamos esta cavidad: dos baserritarras de la zona pusieron un cartucho de dinamita para extraer piedra, y a resultas de la explosión quedó a la vista el boquete que permite la entrada. Si no hubiera sido por Juan Garate y su amigo Manuel Arruti, esasn pinturas y grabados, desde 2008 Patrimonio de la Humanidad, seguirían bajo tierra.
Siempre tiene uno la curiosidad por saber cómo se descubrieron las pinturas rupestres. En nuestro entorno tenemos conocimiento de muchas de las cuevas habitadas por el hombre prehistórico gracias a la labor callada de prospectores -sobre todo, de los grupos Antxieta (Azpeitia) y Munibe (Azkoitia)-, gente que patea los macizos adentrándose en los rincones más intrincados. Así se descubrió Ekain, a fines de la década de los 60. El santuario de Altxerri, en cambio, surgió de una casualidad, de un petardo de dinamita de dos caseros de la zona.
Ocurrió en 1956. A partir de entonces, muchos chavales de los alrededores se adentraron en la caverna, sin que nadie se percatara de que allí había pinturas. Pero unos años más tarde, en 1962, tres espeleólogos de la sociedad de ciencias Aranzadi aparecieron por allí para explorar la zona más intrincada de la cavidad, la de las simas, y entonces saltó la sorpresa. Los espeleólogos llamaron enseguida a José Miguel Barandiaran, quien certificó el hallazgo. Ahora se cumplen 50 años de la buena noticia.
La cueva está bajo llave y no puede ser visitada más que por científicos. Nosotros nos hemos limitado a visitar los alrededores, pero de esa manera también hemos logrado 'entrar' en el santuario.
Dos amigos de la infancia
Carmen es hija de Juan Garate, el hombre del caserío Altxerri que puso el petardo de dinamita en 1956, en compañía de su gran amigo Manuel Arruti, que a su vez era de un caserío muy cercano, Oribar. Estas dos personas tendrían ahora 101 y 100 años. Altxerri está cerca del casco urbano de Orio, pero pertenece al municipio de Aia. «Mi padre decidió ir a por piedra para edificar un muro que protegiera el caserío de las riadas, porque ahora ya no, pero antes el río se desbordaba bastante. Entonces agenciar dinamita debía ser algo fácil, normal. Y con su amigo Manuel Arruti -eran amigos desde pequeños- puso el petardo. Es entonces cuando quedó a la vista el boquete. De la explosión salió piedra en forma de lajas, bastante cómoda para trabajar», relata la hija del protagonista.
Según parece, aunque estos detalles no están del todo claros, primeramente se extrajo piedra de esa zona para construir la carretera que pasa ahora por delante del caserío Altxerri, y a continuación se produjo la «explosión privada» que mostró el boquete. La gente del caserío Altxerri edificó esa pared para frenar al río -que se llama, cómo no, Altxerri Erreka- y de paso construyó un establo para poner cerdos.
Enseguida se corrió la voz de que había aparecido una cueva. Entre 1956 y 1962, mucha chavalería se adentró, y la familia del caserío Altxerri tiene muy presente que algunas gentes de Zarautz aparecieron y se llevaron bastantes estalagmitas, que fueron a parar a una sociedad, como elementos ornamentales. Lo que ahora parece un detalle de mal gusto, entonces era chic.
Manuel Arruti también anduvo dentro de la cueva con una lámpara de carburo. Era más decidido -o más curioso para estos temas- que su amigo Juan Garate. Nos cuenta la hija de Manuel, Inazita, que su padre tenía una pena: «La pena de ver que tanta gente andaba entrando y saliendo en esa cueva, que él consideraba como algo suyo. Decía que tenía que haber plantado un árbol, para que la boca no se pudiera ver más que una vez que estás cerca. Otra cosa que decía era que allí había una sala grande como una iglesia».
Como se ha dicho, durante años nadie se percató de que allí había pinturas. Los primeros en hacerlo fueron los espeleólogos Juan Cruz Vicuña, Felipe Aranzadi y Javier Migliaccio, un 28 de octubre de 1962, y por ese motivo serán homenajerados el 8 de noviembre, en un acto con programa intenso, y que se llevará a cabo en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián. Será una gala por todo lo alto, con proyección de 'La cueva de los sueños olvidados', de W. Herozg, e intervenciones también de los músicos de Oreka TX y el pintor Juan Luis Goenaga. Las entradas están ya a la venta por 10 euros, y a los asistentes se les regalará un libro divulgativo editado para la ocasión, titulado 'Altxerri'.
La sociedad Aranzadi pidió ayuda a la Diputación y enseguida se cerró el acceso con la puerta que aún hoy se puede ver.
Tras los espeleólogos llegó el turno de José Miguel Barandiaran. El sabio de Ataun se alojó en el caserío Altxerri y trabajó duro en la cavidad. Los calcos de las diferentes pinturas rupestres que dibujó Barandiaran se pueden ver ahora en la exposición que Aranzadi ha instalado en la casa de culturade Aia. El ataundarra era tan científico como sacerdote, y acostumbraba dar misa a las mañanas temprano en la parroquia de Orio.
Carmen tiene ahora 65 años. Era una chavalita cuando Barandiaran trabajó en la cueva, a escasos cincuenta metros de su caserío. «Un día, nos dijo nos enseñaría las pinturas, y que nos preparáramos. Entramos unas seis personas de casa. No distingíamos nada, pero José Miguel nos iba dando indicaciones y entonces sí».
Altxerri tiene unas características geológicas peculiares, que seguramente han contribuido a su salvación. Esta cueva es muy diferente a las otras, que están abiertas en calizas compactas. En cambio, en la cavidad de Altxerri las paredes son calizas estratificadas, con estratos que raramente sobrepasan los 40 centímetros de espesor. Pero, dado que entre estrato y estrato se intercalan zonas de aspecto pizarroso por las que se infiltra el agua fácilmente, el resultado ha sido que han caído bastantes bloques, sobre todo en la zona próxima a la entrada. Así pues, con esas rocas de tamaño abstante grande en el suelo, los aficionados a las cuevas furtivos no tendrían una tarea fácil. Si el suelo hubiera sido más cómodo, es muy posible que las pinturas no hubieran pasado desapercibidas en ese periodo crítico comprendido entre los años 1956 y 1962.
Además, la cueva es muy amplia en su primer tramo, pero se estrecha después, dando una larga galería, de suelo muy accidentado por los bloques caídos. Las primeras figuras, se encuentran a 100 metros de la entrada, en una zona estrecha y alargada de unos 8 metros. Y son figuras grabadas en su inmensa mayoría.
El hecho de que existan esos 100 metros de distancia entre la boca y las primeras muestras de arte rupestre también ha resultado una ventaja.
 

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