Una especie que quizá tuvo su último reducto en Galicia
Los primeros vestigios de los osos cavernarios gallegos se localizaron a principios de los años 80. Hasta entonces se pensaba que la especie no había llegado nunca a esta parte del continente. Ahora se sabe que las montañas de Galicia fueron seguramente su último refugio. El año pasado se encontraron en la cueva de Pala do Rebolal -en la sierra ourensana de Enciña da Lastra- unos restos a los que los análisis radiométricos han asignado una edad de en torno a 13.700 años, invalidando las teorías vigentes hasta entonces, según las cuales la especie se habría extinguido hace entre 18.000 y 20.000 años. El descubrimiento está llamando la atención de los especialistas en fauna cuaternaria, aunque todavía no se ha divulgado mucho.
Los restos de osos cavernarios de Cova Eirós, estudiados en varias campañas científicas, aparecieron en la misma cueva donde en tiempos recientes se localizaron los rastros de asentamientos humanos de diferentes épocas. Entre ellos, el del yacimiento del hombre de Neandertal más importante que se conoce en Galicia. Pero ello no quiere decir que los osos cavernarios y los humanos compartiesen un hábitat determinado en un mismo período de la prehistoria. «Unos y otros ocuparon la cueva en épocas muy diferentes», puntualiza Grandal. «En ningún sitio se hallaron evidencias de una interacción directa entre los osos cavernarios y los hombres, lo más probable es que se evitasen mutuamente, pero sí hay indicios de que a medida que las poblaciones humanas se expandían, los osos cavernarios se fueron retirando a las zonas más aisladas y menos pobladas, y se dice que esa pudo ser una de las causas de su extinción, además de los cambios climáticos», agrega.
El caso de Cova Eirós es muy diferente del de Cova de Ceza, donde no se ha encontrado ningún indicio de que alguna vez fuese ocupada por hombres. Esta última caverna está situada en una zona bastante alta y, según los expertos, no tiene condiciones adecuadas para servir como refugio de los humanos.
Los restos de osos cavernarios de Cova Eirós, estudiados en varias campañas científicas, aparecieron en la misma cueva donde en tiempos recientes se localizaron los rastros de asentamientos humanos de diferentes épocas. Entre ellos, el del yacimiento del hombre de Neandertal más importante que se conoce en Galicia. Pero ello no quiere decir que los osos cavernarios y los humanos compartiesen un hábitat determinado en un mismo período de la prehistoria. «Unos y otros ocuparon la cueva en épocas muy diferentes», puntualiza Grandal. «En ningún sitio se hallaron evidencias de una interacción directa entre los osos cavernarios y los hombres, lo más probable es que se evitasen mutuamente, pero sí hay indicios de que a medida que las poblaciones humanas se expandían, los osos cavernarios se fueron retirando a las zonas más aisladas y menos pobladas, y se dice que esa pudo ser una de las causas de su extinción, además de los cambios climáticos», agrega.
El caso de Cova Eirós es muy diferente del de Cova de Ceza, donde no se ha encontrado ningún indicio de que alguna vez fuese ocupada por hombres. Esta última caverna está situada en una zona bastante alta y, según los expertos, no tiene condiciones adecuadas para servir como refugio de los humanos.
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