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domingo, 26 de julio de 2009

Espeleoturismo


No es una visita para todos los públicos, pero puede convertirse en una gran experiencia. Las cuevas de Mendukilo, situadas en Astitz, a poco más de 3 kilómetros de Lekunberri y abiertas al público desde 2005, estrenan oferta a partir del próximo 8 de agosto: las visitas concertadas de espeleoaventura que, con periodicidad quincenal, permitirán a quienes se apunten a esta actividad acceder a salas y vericuetos que no se ven en la visita ordinaria.
El término aventura -aplicado hasta la saciedad incluso a actividades que difícilmente se ganan el apelativo-, comienza a estar un poco devaluado, pero en el caso de la propuesta, que se incluye dentro de la oferta del Consorcio Turístico Plazaola, está empleado con toda propiedad, porque es toda una aventura sensorial, con cierto componente de aventura a secas, adentrarse en las profundidades de Mendukilo sin más iluminación que la que proporciona el frontal y sin más ayuda que la que se obtiene del equipo que se facilita a los visitantes y las cuerdas con las que se han equipado los tramos más complicados de un recorrido que dura en torno a tres horas.
No es necesario ser un avanzado espeleólogo para disfrutar de la visita. Ni tan siquiera es necesaria una forma física extraordinaria o una valentía. No es compatible con tramos como la estrecha gatera de unos tres metros de longitud que hay que atravesar , después de una primera toma de contacto con las cuerdas fijas y las no tan fijas de un primer escarpe y la deslizante superficie de la cueva, para seguir avanzando hacia el gran premio que espera al final del recorrido: la enorme y espectacular Sala del Guerrero.
En la ficha del recorrido, donde reza «dificultad» se lee «media exigente». Para un practicante habitual de espeleología, es un recorrido «básico». En honor a la verdad, y los promotores no lo ocultan, es espeleología y es aventura, es un deporte de riesgo en el que uno se embarra y se moja. Y se suda la camiseta -por el esfuerzo físico y por la tensión-, pese a los ocho grados de temperatura que reinan permanentemente en el interior de la cueva, reflejo exacto de la temperatura media anual del exterior.
La catedral oculta
La seguridad de los visitantes es la prioridad máxima de los responsables de la iniciativa. Comienza por el completo equipo que se les facilita y se advierte con claridad en el equipamiento del recorrido, que se realiza en compañía de guías especialistas, que no sólo asesoran a los participantes y velan por su seguridad sino que van desentrañando los secretos mejor guardados de Mendukilo.
La aventura comienza suavemente, recorriendo el denominado tramo turístico, los 450 metros de cueva iluminados y equipados con pasarelas que pueden verse en las visitas guiadas ordinarias. Entre otras cosas, para permitir que la pupila se vaya a acostumbrando a la oscuridad que le espera, porque, tras saltar la barandilla de la pasarela y enganchar el primer mosquetón a la primera cuerda, no hay más luz que la de los frontales.
A partir de ahí, es cuestión de seguir avanzando y descendiendo, sorteando obstáculos y disfrutando de rincones insólitos, recurriendo en caso de necesidad, y sin ningún apuro, a lo que Eneko Agirre llama «el tercer brazo de los espeleólogos»; es decir, las propiedades deslizantes del trasero.
En comparación con otras simas de Aralar -que, como en el caso de la Ormazabarreta, alcanza un desnivel próximo a los 600 metros-, Mendukilo es una cueva de superficie, que tiene su punto más profundo a 90 metros de la superficie. En las visitas de espeleoaventura se desciende hasta los 70 metros bajo tierra.
Conocida desde siempre por los habitantes de la zona y utilizada en su zona exterior como espacio para el ganado, las primeras prospecciones en Mendukilo se realizaron en 1969 y, en vista de la creciente afluencia de visitantes, se optó por cerrar la cavidad al público en 1978. Cuando, en 2005 y tras varios años de trabajo, se preparó la cueva de Mendukilo para poder ser visitada, se optó por dar prioridad a la conservación de la cavidad, de modo que sólo se acondicionaron tres de las seis salas de las que dispone. Las peticiones para visitar esos espacios, sin embargo, han sido crecientes en los últimos años, y esa ha sido una de las razones que han motivado la implantación de esta nueva experiencia.
Entre las salas que no se visitan -entre otras cosas porque son de difícil acceso-, destaca la denominada Sala del Guerrero, el destino de la aventura espeleológica.
Es, según los responsables de la cueva, la catedral oculta de Mendukilo, la joya escondida de la cueva que, pese a la impresión que pueda dar la fotografía que puede ver sobre estas línas, que requirió un trabajo previo y puntual de iluminación, carece por completo de iluminación y equipamiento. La sala, que toma su nombre de una formación en la que se adivina sin demasiada imaginación la efigie de un guerrero, destaca por sus grandes dimensiones. Con más 50 metros de longitud y una altura espectacular, es la mayor sala de la cueva. Y el mejor marco para experimentar qué se siente viajando al fondo de la Tierra.

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