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lunes, 23 de diciembre de 2019

Glifosato, una investigación argentina confirma su peligro




El glifosato es un herbicida que ha sido clasificado por la Organización Mundial de la Salud como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”


En España hay más de 100 productos autorizados para la agricultura, silvicultura, jardinería y aplicación doméstica que contienen glifosato

Entre 1974 y 2014 se han esparcido 8.600 millones de kg de glifosato en el mundo

El glifosato se comercializó por primera vez en la década de 1970 por Monsanto con el nombre de Roundup


El problema

Millones de hectáreas de tierras de cultivo, parques y hasta aceras son rociadas con glifosato cada año en todo el mundo. Cuando se usa en agricultura, este compuesto penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos: está en lo que comemos, en el agua que bebemos y en nuestros cuerpos.

Desde hace décadas se viene denunciando los potenciales efectos dañinos del glifosato para la salud humana, pero nunca se han llegado a tomar medidas. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha clasificado el glifosato como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”, basándose en una fuerte evidencia de que es cancerígeno para los animales. También se sospecha que actúa como un disruptor endocrino y que es tóxico para la reproducción.

Entre los principales grupos de riesgo y más vulnerables se encuentran las personas que se dedican a la agricultura, sus familias, fetos, bebés y la infancia. Para aquellas personas que no nos encontramos en estos grupos, la alimentación es la principal vía de exposición a los plaguicidas y por lo tanto al glifosato.

Además de en nuestra salud, el uso de glifosato tiene graves impactos en el medio ambiente, puesto que contamina los suelos y el agua y afecta a otros seres vivos (organismos acuáticos desde algas microscópicas hasta peces y moluscos, pasando también por las ranas y sus renacuajos, y organismos del suelo, como las lombrices de tierra, fundamentales para mantener e incrementar la fertilidad del suelo).

Por último, el uso del glifosato también reduce la diversidad y cantidad de especies vegetales y por ello puede afectar a seres vivos cruciales para la agricultura, como son los polinizadores.

La solución

A pesar de que la industria química con sus agresivas campañas de marketing nos ha querido convencer de que hoy en día no es posible mantener la agricultura sin recurrir a fertilizantes y plaguicidas sintéticos, la agricultura ecológica muestra cada día que no solo es la mejor opción para proteger nuestra salud y el medio ambiente, sino que es capaz de alimentar al planeta si se hacen las inversiones adecuadas y ser una fuente imparable de empleo verde.


En la agricultura, silvicultura y jardinería ecológicas se utilizan muchas técnicas para controlar las plantas espontáneas. Entre ellas, el incremento de la diversidad de cultivos, la rotación de cultivos, la eliminación manual y mecánica, los acolchados o el pastoreo. Y cuando están en las lindes de los cultivos son incluso beneficiosas, pues constituyen una fuente de alimento diverso para las especies polinizadoras como las abejas y refugio de especies que ayudan a controlar las potenciales plagas de insectos que afectan a los propios cultivos.


En el modelo de agricultura ecológica se promueve el equilibrio ecológico basado en la biodiversidad, siendo la única forma de garantizar alimentos sanos para hoy y también en el futuro.

Qué puedes hacer tú

¡Actúa con tu consumo! La dieta es sin duda una de las mejores herramientas, y al alcance de todas las personas, que tenemos para contribuir positivamente a salvar el planeta y a mejorar nuestra salud consumiendo alimentos más saludables y respetuosos con el planeta.

La dieta es sin duda una de las mejores herramientas, y al alcance de todas las personas, que tenemos para contribuir positivamente a salvar el planeta y a mejorar nuestra salud. ¡Utilicémosla adecuadamente!

#1 Come alimentos de verdad. Evita en lo posible los productos elaborados y precocinados (si tiene ingredientes impronunciables, pregúntate si son alimentos de verdad).

#2 No desperdicies alimentos. Más del 30% de los alimentos producidos en el mundo terminan en la basura. Con lo que se tira se podría alimentar a toda la población de la Tierra actualmente y la que se espera que seamos en 2050.

#3 Consume productos ecológicos Respetan el medio ambiente y tu salud, ya que se cultivan sin plaguicidas, fertilizantes artificiales ni transgénicos. Los métodos de producción agrícola y ganadera provocan menos emisiones de gases de efecto invernadero, incrementan la agrodiversidad, la fertilidad de la tierra y son la única forma de garantizar un medio rural vivo y la soberanía alimentaria. Puedes apuntarte a un grupo de consumo, comprar en tiendas especializadas o directamente a los productores en los mercadillos que proliferan por toda la geografía española. La mayoría de los productos ecológicos están identificados con un sello inconfundible, pero las relaciones de confianza con los agricultores y agricultoras son otra forma de certificación.

#4 Adquiere productos locales Uno de los grandes causantes de la emisión de dióxido de carbono y otros gases nocivos es el transporte. Y una de las cosas que más compras es comida. Por tanto, si intentas que tu comida sea local, evitarás producir una cantidad ingente de dióxido de carbono, y así ayudarás a frenar todas las cosas negativas que acarrea. Y no es solo una cuestión de emisiones, ¡es que además los alimentos saben mejor! Al reducir su tiempo de transporte, están más frescos, han soportado menos frío y conservan más nutrientes. Una tercera ventaja: estarás apoyando a la economía local y al desarrollo de tu región.

#5 Menos y mejor carne Come sobre todo alimentos de origen vegetal. Además de ser bueno para tu salud, también lo es para la salud del planeta. La ganadería es la responsable de la emisión del 14,5% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) y en particular la ganadería industrial es la responsable de la pérdida de biodiversidad en ecosistemas críticos como por ejemplo la Amazonia, de un elevado consumo de agua y de la contaminación de los acuíferos, de un consumo exagerado de antibióticos, de la destrucción del modo de vida rural y además no cuida el bienestar animal. Procura que la carne y otros derivados animales que consumas provengan de la ganadería extensiva, ecológica y local.

#6 Únete a un grupo de consumo Los grupos de consumo facilitan la relación entre las personas que se dedican a la agricultura y las consumidoras, proporcionando productos locales, de temporada, y ecológicos directamente de las primeras a las segundas. De esta manera, el incremento en el coste de producción es compensado con la eliminación de intermediarios. Es imposible listar todos los grupos de consumo que existen, pero una rápida búsqueda en Google te ayudará a saber por dónde empezar. Su funcionamiento y forma de distribución varía en cada una de ellas, aunque generalmente suele consistir en una entrega semanal en un punto de recogida.

#7 Opta por productos de temporada La naturaleza es sabia y nos da en cada estación lo que nuestro cuerpo necesita. Fuera de temporada, los productos de la huerta se conservan en neveras gigantes durante semanas o meses. Tanto frío supone generar unas cuantas toneladas de CO2, y además les hace perder el sabor.

#8 Rechaza los transgénicos Generalmente desconocemos lo que hay detrás de un producto que hemos elegido consumir. Puede incluso que lo hayamos comprado por sus características saludables y que, sin embargo, provenga de un cultivo transgénico. Para garantizar una cadena alimentaria libre de transgénicos y de sus derivados, debemos seguir rechazando su empleo. Si compras sin darte cuenta un producto cuya etiqueta indica que contiene transgénicos (“modificado genéticamente”), devuélvelo.

Científicos argentinos confirmaron que ese herbicida junto con arsénico (presente de forma natural en amplias regiones) producen alteración hormonal y daño genético, antesala posible de enfermedades como el cáncer.

"Los resultados presentados aquí deberían ser motivo de preocupación para los sistemas (responsables) de la salud humana y de la vida silvestre", alerta un trabajo científico inédito a nivel mundial, realizado por científicos argentinos, que determinó los riesgos del glifosato, herbicida estrella del modelo de agronegocio, en contacto con el arsénico (químico presente de forma natural en amplias zonas fumigadas). Existen numerosas pruebas científicas de los efectos en la salud y el ambiente del glifosato, y ahora se confirma su efectivo perjudicial potenciado: produce alteración de las hormonas y daño genético, males asociados a enfermedades como el cáncer. "No tengo dudas de las consecuencias del glifosato. Es tóxico y causa efectos muy nocivos. Hay más de 1000 trabajos científicos que lo confirman", afirmó Rafael Lajmanovich, científico a cargo de la investigación.

Rafael Lajmanovich es profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral e investigador del Conicet. Trabaja desde 1998 en el estudio del impacto de los agroecosistemas y los agroquímicos sobre la fauna silvestre de anfibios. Cuenta con más de cien trabajos internacionales y capítulos de libros sobre el tema.

Durante más de seis meses analizó (junto a un grupo de investigadores) el efecto del glifosato con el arsénico (que se encuentra presente de forma natural en agua y suelos de Argentina --muchas de las zonas agrícolas--). Y confirmó lo temido: tienen un efecto sinérgico, se potencian, y producen consecuencias muy graves.

Confirmaron disrupción hormonal (aumento en la concentración de hormonas tiroideas), la mayor proliferación celular (aumentan su tasa normal de división celular) y genotoxicidad (daño en el material genético). "Estos tres marcadores son fuertes indicadores de mayor riesgo ecotóxicológico de procesos de daño en el ADN y/o de los mecanismos de regulación del mismo (llamado daño epigenético), que resultan en una proliferación celular incontrolada", explicó Lajmanovich. Es una obviedad en el mundo científico, probado desde hace décadas: a mayor daño genético, mayor probabilidad de contraer enfermedades como el cáncer y malformaciones.

En el mismo sentido, la experimentación en anfibios en una de las mejores maneras de prever lo que pasará en humanos. Por eso se los denomina los "canarios de la mina" (por esa práctica antigua de, en las galerías de carbón, tener un canario como alerta de gases tóxicos). El investigador detalla que los anfibios son excelentes modelos experimentales para estudiar el efecto agudo y crónico de sustancias tóxicas sobre el desarrollo de los vertebrados inferiores hasta los mamíferos. El desarrollo embrionario de una larva de anfibio está regulado por una gran proporción de los mismos genes humanos. En el año 2010 se secuenció por primera vez el genoma completo de un anfibio y se comprobó que comparten hasta el 80 por ciento de los genes humanos asociados con enfermedades genéticas.

El trabajo experimental consistió en dos etapas. La primera del tipo "aguda a concentraciones letales" de ambos tóxicos, en la que se demostró que existía “sinergia”. Lajmanovich lo explica de forma didáctica: si la toxicidad del glifosato es 100 y la del arsénico es 100. Juntos tienen una toxicidad de 300 o más. La segunda etapa fue una medición de efecto crónico, de un mes, expuesto a dosis sub-letales (en cantidades que se pueden encontrar en escenarios naturales). El resultado fue el daño genético y alteración hormonal.

La investigación, única en su tipo, cobra mayor relevancia por la gran cantidad de herbicidas utilizado en Argentina y las amplias zonas con exceso de arsénico: desde Santiago del Estero, Chaco, Salta y Entre Ríos, hasta regiones de la Pampa Húmeda del agronegocio (Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y Santa Fe).

El trabajo académico está especialmente dedicado al médico y científico Andrés Carrasco, que en 2009 publicó en este diario su investigación sobre el efecto letal del glifosato en embriones anfibios y su vinculación con la salud en humanos. Carrasco, que había sido presidente del Conicet y director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA, sufrió una campaña de desprestigio escabezada por las empresas del agronegocio (Monsanto, Bayer, Syngenta, Aapresid, entre otras), los diarios La Nación y Clarín (y sus periodistas "agrarios") y el ministro de Ciencia Lino Barañao.

"El profesor y doctor Andrés Carrasco fue un destacado científico y una motivación para todos los interesados en detener el impacto social y medioambiental de las empresas transnacionales y los establiments gubernamentales que legalizan el uso de pesticidas nocivos”, resalta el paper científico en su página nueve. Lajmanovich denunció las maniobras contra Carrasco: "El Conicet conformó una comisión para desacreditarlo, pero sin dudas logró el efecto contrario. Las evidencias sobre la toxicidad y los efectos del glifosato sobre el ambiente y la salud han sido abrumadoras en Argentina y el mundo".

Entre las empresas que comercializan glifosato en Argentina figuran Bayer-Monsanto, Syngenta, Red Surcos, Atanor, Asociación de Cooperativas Argentinas, Nufram, Agrofina, Nidera, DuPont, YPF y Dow.

La investigación fue publicada en la revista científica Eliyon, de la prestigiosa editorial internacional Elsevier, de Reino Unido. El título de la investigación es "Primera evaluación de nuevos efectos sinérgicos potenciales del glifosato y mezcla de arsénico". Lleva la firma de otros siete investigadores. Paola Peltzer, Andrés Attademo, Candela Martinuzzi, María Fernanda Simioniello, Carlina Colussi, Ana Paula Cuzziol Boccioni y Mirna Sigrist.

Lajmanovich remarcó que "no hay dudas" del efecto nocivo del glifosato. Por un lado, están las víctimas de las fumigaciones con agrotóxicos, prueba territorial de las consecuencias. Y, por otro, precisa que existen "1079 trabajos científicos de todo el mundo que lo dicen, muchos de ellos de científicos de universidades públicas de Argentina y del Conicet, indexados y accesible en Medline".

Problema de salud pública

El científico Rafael Lajmanovich insiste una y otra vez que, luego de 30 años de agronegocio transgénico, no hay dudas del efecto devastador de los agrotóxicos. En particular del glifosato. Y tiene una hipótesis de por qué sectores de gobiernos aún minimizan las consecuencias: "Lo niegan porque es un problema económico-político muy difícil de resolver. No se trata de un problema científico, donde ya se confirmó sus efectos tóxicos". Recuerda que hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS --mediante su espacio oficial de estudio del cáncer--) clasificó como "probable cancerígeno" al glifosato. El académico apunta sobre todo al rol del Estado, que desde sus entidades regulatorias avalan el uso de estos tóxicos: "Los residuos de glifosato empiezan a encontrase a niveles alarmantes en el agua y sedimento de ríos y arroyos, en el aire, en la lluvia, hasta en las aguas subterráneas y en los abrevaderos donde toman agua las vacas de los tambos y en la orina de las personas adultas y niños. Entonces ya no caben dudas, estamos ante un verdadero problema ambiental de salud pública".

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