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jueves, 24 de mayo de 2018

El macizo del Garraf saca la basura


Una inversión de 27,7 millones reactiva, ocho años después, la limpieza del viejo vertedero de Vall de Joan, donde aún rezuman miles de litros de residuos enterrados


Bajo el verde, la basura. Hace 12 años que ningún camión entra a descargar residuos en el viejo vertedero de Vall de Joan, un espacio natural en el corazón del macizo del Garraf bajo el que fermentan 26,7 millones de toneladas de basuras. Cuesta imaginar hoy que, bajo el manto de vegetación que cubre los tres kilómetros de este barranco con bonitas vistas sobre el mar, yacen los desperdicios y desechos que generó Barcelona y su área metropolitana durante tres décadas. Los trabajos de supervisión son constantes: una veintena de trabajadores de la empresa Tirsa se encargan del mantenimiento del antiguo vertedero del Garraf. Y ahora, una inyección de 27,7 millones de euros va a desbloquear la restauración, tras ocho años parada, de los terrenos donde estaba el viejo vertedero, que aún rezuma miles de litros de lixiviados. Una actuación coordinada por la Autoridad Metropolitana de Barcelona (AMB) y financiada por la Agencia de Residuos de Cataluña (ARC) posibilita finalizar un proyecto que se inició en 2001 pero que tuvo que ser paralizado en 2010 debido a la insuficiencia de recursos económicos.
El rastro de porquería se ha disipado. Incluso a los habitantes de la zona les cuesta recordar que aquí se amontonaba la basura en cantidades colosales. “¿Estaba aquí el vertedero?”, pregunta Xavi, un vecino de Viladecans que hace deporte por un sendero que hay junto a la valla que delimita lo que técnicamente se denomina Depósito Controlado Vall de Joan. Le acompaña Jonathan, igualmente vecino del lugar y con semejantes dificultades para acordarse del pasado apestoso de esta colina. Suben andando desde Castelldefels a la Morella, una cima de más de 700 metros de altura que ofrece una vista hermosa de la costa de Barcelona y el Garraf. Las dos horas de caminata les merece la pena porque el entorno compensa. Bajo esa misma postal dormitan las toneladas de basura que engulló, entre 1974 y 2006, el vertedero del Garraf.
Prueba de lo que el terreno esconde son los 200 metros cúbicos de lixiviados que se recogen a diario. Esos 200.000 litros de putrefacción líquida se encauzan hasta llegar a una planta de tratamiento que hay en la misma instalación, donde se purifican hasta convertirse en agua apta para el riego. Las terrazas que dibujan la silueta del antiguo vertedero están repletas de tubos negros. Sirven para canalizar hasta una planta de cogeneración de energía el biogás que supura el residuo acumulado en el subsuelo. Cuando uno de esos tubos se desprende —cosa no infrecuente porque a los jabalís que frecuentan la zona les gusta rascarse contra ellos— es cuando el vertedero expande sus esencias. El hedor es penetrante.
En las terrazas ya restauradas, aquellas más cercanas al mar, la vegetación ha crecido con vigor. A simple vista se aprecia el ecuador que marca el punto donde se terminó el dinero. Cuesta arriba queda mucho trabajo por hacer. En algunos puntos se llegaron a acumular montañas de basura de entre 80 y 100 metros de altura. Bajo la tierra, más pelada que en el sector restaurado, hay capas de grava y una rígida malla de plástico negro para evitar que las pilas de despojos afloren, pero falta acometer la impermeabilización superficial y la recogida de aguas de lluvia.
La AMB informa de que la reanudación de los trabajos empezará por la parte superior del vertedero, la puerta de Begues, para que las aguas pluviales no se infiltren dentro de las bolsas de residuos. Cuanta más agua bebe el suelo, más riesgo de filtraciones. En total, la zona que queda por recuperar ocupa unas 40 hectáreas, todas dentro del término municipal de Begues.
La AMB asegura que el proyecto definitivo recoge las propuestas de las administraciones implicadas así como también “incorpora parcialmente” las alegaciones recibidas por parte de entidades locales y entidades naturalistas.

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