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viernes, 1 de marzo de 2013

'cueva de los monigotes'




Yacimiento de arte rupestre de los Abrigos del Pozo en Calasparra

Una pasarela sobre el Segura permite también ahora el acceso en silla de ruedas a la cavidad, con 40 pinturas esquemáticas
Los visitantes podrán «sentir» cómo vivían los clanes familiares en esta gruta prehistórica ocupada desde hace 8.000 años

Los Abrigos del Pozo, en Calasparra, fueron testigos de uno de los cambios cruciales de la humanidad: el paso de una sociedad nómada, cazadora y recolectora a otra sedentaria, agrícola y ganadera. Es una de las conclusiones a la que han llegado los expertos que han excavado esta gruta, en un meandro que dibuja el Segura en la Sierra del Molino. Su estratégica ubicación y su excelente habitabilidad, en una zona rica en recursos naturales, hicieron posible que la conocida en la localidad como la 'cueva de los monigotes' estuviera ocupada desde el Epipaleolítico, hace 8.000 años, hasta la época medieval. Ahora se abre a las visitas turísticas, después de una inversión de 500.000 euros que ha permitido recuperar el paso original que usó el hombre prehistórico.
Sobre las paredes rocosas aparece el principal 'tesoro': más de cuarenta pinturas esquemáticas en tonos rojos. Los trabajos dirigidos por la arqueóloga Consuelo Martínez han servido para datar estas manifestaciones gráficas en el Neolítico (hace unos 6.000 años). Y ha sido posible gracias al hallazgo de restos de pigmento de ese mismo color junto a los hogares y también en cantos de cuarcita empleados para triturar el óxido de hierro con el que luego pintaban las paredes los inquilinos de la cueva. La información que está aportando los Abrigos del Pozo hace que éste sea un yacimiento «único y excepcional», según remarca el jefe de Servicio de Patrimonio Histórico, Miguel San Nicolás, quien elaboró los primeros trabajos sobre el arte rupestre en esta cavidad, enclavada al inicio del impresionante Cañón de Almadenes. El experto pone el acento en que «las pinturas rupestres no suelen tener depósito arqueológico asociado» por lo que los descubrimientos en esa cueva son un «hecho extraordinario».
Herramientas de piedra
De momento, solo se ha excavado, aproximadamente, el 8% del abrigo, que tiene una longitud de treinta metros. Así que los expertos confían en que la cueva arroje más sorpresas acerca de otras ocupaciones anteriores conforme profundicen los trabajos en el terreno. Según explica Consuelo Martínez, ya se conoce que la cavidad estuvo habitada en el Neolítico «por un grupo no muy numeroso, formado por más de una familia». Pero éste no sería su lugar fijo de residencia. «El núcleo principal de asentamiento no estaba lejos de aquí, y los abrigos solo eran ocupados estacionalmente. Puede que acudieran con sus rebaños para que pastaran durante un tiempo, a cultivar los campos de alrededor o en busca de cuarcita y sílex para fabricar sus herramientas», aventura la arqueóloga. Todavía hoy es posible comprobar que se trata de un emplazamiento privilegiado, con agua abundante suministrada por el Segura, bosques donde no falta la leña, tierras fértiles para la agricultura y pastos frescos para los rebaños.
Las pinturas rupestres de los Abrigos del Pozo siguen envueltas en el misterio debido a su estilo esquemático. «Eso no quiere decir que fueran de peor calidad o menos evolucionadas que, por ejemplo, las levantinas, sino que es una manera diferente de expresarse», explica la arqueóloga. Algunas de estas obras pictóricas representan figuras humanas y de animales, «pero de una forma simbólica, sin los detalles anatómicos». Otras de esas pinturas son más enigmáticas y se desconoce todavía cuál es su significado, ya que son simples signos, como puntos y trazos verticales u oblicuos.
En unas semanas, el yacimiento, protegido como patrimonio de la humanidad al igual que el resto del arte rupestre del arco mediterráneo peninsular, se abrirá a las visitas gracias a una inversión para poner en valor el conjunto prehistórico. El proyecto, financiado con el 1% cultural del Ministerio de Fomento y con el impulso del Consistorio calasparreño, se ha materializado siguiendo los requisitos de sostenibilidad y accesibilidad que marca la Unesco. El arquitecto Francisco Javier Giménez Belló ha ejecutado una pasarela de 280 metros de longitud que va sobre la vegetación y, en su tramo final, colgada sobre el río, recuperando así el paso que utilizaban los hombres prehistóricos para cobijarse en esos abrigos. Este diseño permite ahora el acceso también en silla de ruedas.
La entrada a la cavidad se realiza a través de un puente basculante que se mueve con poleas y que solo se accionará para permitir el paso a los grupos de visitantes. La iluminación se ha conseguido con la instalación de placas solares. En principio, está previsto que el Ayuntamiento de Calasparra organice rutas organizadas una vez se coloquen los paneles explicativos que aún están en la imprenta.
Las obras de acondicionamiento se han acometido con el máximo cuidado para no alterar el entorno, en un paraje natural protegido. Giménez Belló detalla, por ejemplo, que para colgar la pasarela sobre el río los operarios tuvieron que emplear técnicas de rápel debido a la imposibilidad de instalar andamios. «Tampoco pudimos trabajar entre los meses de marzo y septiembre, con el fin de respetar la época de cría de la fauna del entorno, y siempre sin superar el límite de ruidos».
El proyecto se ha completado con el acondicionamiento de la pista forestal de acceso y la adecuación de un aparcamiento y de una zona de acogida para los visitantes. El objetivo es que el público retroceda en el tiempo y «sienta» cómo vivían los primeros moradores de estos abrigos de la prehistoria.

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