.

.

lunes, 30 de julio de 2012

Patrimonio Asturiano

Las necesidades de conservación impiden visitar Llonín y Covaciella, y limitan el acceso a Tito Bustillo, Pindal y Candamo
Hace decenas de miles de años, alguien pintó en sus paredes sin saber qué sería de su obra. Hoy, cinco de esas cuevas asturianas son Patrimonio de la Humanidad, a pesar de su vida dispar: desde espacio para curar quesos hasta cuarteles de batalla en la Guerra Civil; desde museos bajo tierra hasta joyas enterradas. Algunas se han convertido en reclamo turístico; otras, en tesoros semiolvidados. Todas, en un recurso escaso, exquisito y difícil de explotar.
De Tito Bustillo, Candamo, Pindal, Llonín y Covaciella, las cinco cuevas que la UNESCO ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad o Mundial, incluidas en el sitio que encabeza la cueva de Altamira, tres son visitables. En condiciones, eso sí, muy controladas. Una de ellas, de hecho, la de Tito Bustillo, en Ribadesella, podría contener, según las últimas dataciones realizadas, arte de hasta 34.000 años de antigüedad, que se puede tener al alcance de la mano... Pero sin tocar bajo ningún concepto para no deteriorarlas, como explica uno de sus guías, Miguel Polledo: «Tito Bustillo lleva acondicionada para la visita desde los años 70, por un camino delimitado y claramente marcado, durante el cual el guía tiene control estricto del grupo». Hasta la respiración es una amenaza.
Estos grupos, de diez personas máximo, forman parte de una experiencia limitada a 150 visitantes diarios, que deben, según recomienda Polledo, «llamar con 15 días de antelación como mínimo si quieren tener alguna opción de organizarse». Permanece abierta de octubre a marzo, pero no permite contemplar, paradójicamente, algunos de los elementos por los que es más conocida: Tito Bustillo contiene doce conjuntos, de los cuales solo se pueden visitar dos. Fuera queda, por ejemplo, el Camarín de las Vulvas, que se encuentra en un área cerrada desde 1976.
Dado ese desgaste, que obliga a cerrar salas o cuevas completas (es el caso de Llonín, en Peñamellera Alta, y de Covaciella, en Cabrales), el Principado de Asturias abrió en 2007 el Parque de la Prehistoria de Teverga (bajo Gobierno socialista), donde sí se puede contemplar, entre otras muchas piezas, una reproducción del Camarín de las Vulvas. Con una afluencia de público, además, teóricamente ilimitada: en sus dos primeros años de vida alcanzó la cifra de 100.000 visitantes.
«En el Parque de la Prehistoria», explica Marco de la Rasilla, miembro del comité científico del centro, «la idea era tratar de emocionar y de lograr la mayor aproximación posible para que la gente vea cosas que no verá en su vida». Es el caso de los paneles, además de Tito Bustillo, de Niaux o de la propia cueva de Candamo, que se encuentran en el edificio llamado Cueva de Cuevas. Esa es la guinda a la visita (la única, recuerdan, que permite a quienes tienen dificultades de movilidad disfrutar del arte rupestre); pero en el edificio anterior, la Galería, se encuentran paneles y reproducciones de piezas sueltas de otras cuevas. «Es un compendio de información sobre la primera representación gráfica humana», define De la Rasilla. Todo ello en construcciones enterradas en mitad del valle, cubiertas de césped y con unas condiciones de humedad que imitan las de una cueva auténtica.
Por ejemplo, allí se encuentran dos de los bisontes hallados en la cueva de la Covaciella, en Cabrales, cerrada «a cal y canto» desde su descubrimiento en 1994, como explica el teniente de alcalde de la localidad, Francisco González, del PP. Muestra cierta incomodidad al hablar del cierre de la cueva porque, dice, en el concejo «hay una casona del siglo XVI acondicionada para acoger una reproducción de parte de la cueva y que se pueda visitar. Es un proyecto que se ha ido retrasando, porque aunque tenemos una reproducción y una visita virtual, antes de abrirlo queremos dotarlo de algo más de argumento: faltan elementos», dice, que han impedido la apertura del museo este verano, como se pretendía. «Y con la actual situación, el presupuesto inicial se vio reducido. Ahora dependemos de otras subvenciones».
De ahí la incomodidad: de que las primeras reproducciones que se pueden ver de los dos bisontes de la cueva, de los mejor conservados de todo el patrimonio rupestre, se hayan llevado directamente a Teverga. «Es evidente que si se dañan las pinturas la cueva no se puede abrir a la visita», dice, pero «falta algo de aquí» que sirva como reclamo. Algo que ejerza el poder de atracción sobre el turismo del concejo.
«A nada de distancia», prosigue González, «tienes las cuevas cántabras, que se venden mucho mejor». El Museo de Altamira, alcanzó la cifra de 55.302 visitantes en el primer cuatrimestre de 2012, lo cual lo convirtió en el quinto museo más visitado de la Red de Museos Estatales en ese periodo. Según datos del Ayuntamiento de Teverga, es más del doble de visitantes de los que recibió el Parque de la Prehistoria de Teverga en todo 2011 (29.423).
En este sentido, el presidente de la Federación Asturiana de Turismo Rural (Fastur), Bernardo Alija, va un paso más allá: «No vamos a basar la oferta turística rural del Principado en las cuevas, pero desde luego existe una demanda, es uno de los atractivos y constituye un complemento, sin duda, que hace que los clientes se marchen encantados».
Alija es contundente: «El turismo cultural asturiano no está bien explotado». Porque aparte de la gastronomía y de los paisajes, él opina que «el problema de las cuevas es que son un reclamo escasamente publicitado, y son además uno mucho mejor que la cantidad de museos de escaso interés que se han abierto en los últimos años. Al final, solo funcionan cuatro; y las cuevas y el prerrománico, por su lado, son valores que tenemos aquí. Únicos».
El problema, diagnostica, es que «siempre se acaban interponiendo la política y los localismos. Todo esto acaba haciendo que el turismo se fomente, en cierta medida, con el dinero sobrante de otras iniciativas. Y hay que apostar por las cosas inmediatas, por las que nos distinguen».
Como ejemplo de éxito, se puede poner otra de las cuevas que forma parte de la agrupación que se ha dado en llamar Cuevas del Oriente, la del Pindal, también Patrimonio de la Humanidad, situada en el concejo de Ribadedeva. Una de sus guías, María González-Pumariega, opina que «la cueva está bien promocionada». Figura en la página web del Principado de Asturias dedicada a los yacimientos arqueológicos de la región. En ella se ofrece información extensa sobre las tres cuevas que son Patrimonio de la Humanidad visitables y sobre la del Buxu, la de Ardines, la de la Loja y la de la Lluena.
Al Pindal pueden entrar 120 personas al día, en seis pases, de miércoles a domingo durante todo el año. «Los visitantes», explica González-Pumariega, «son fundamentalmente españoles, aunque entre los extranjeros predominan los alemanes». Caso similar al de Tito Bustillo, en el que Polledo apunta a una afluencia creciente de asturianos («Quizás porque la gente no tiene tanto dinero para salir de vacaciones y se mueve por la región») y de turistas extranjeros del centro de Europa y, en ocasiones, por mediación de tour operadores, estadounidenses. El celo en la conservación de las cuevas (la de Candamo, por ejemplo, está muy deteriorada debido a que fue usada, como cuartel durante la Guerra Civil) limita considerablemente el número de visitas. Esto puede ser atractivo. Pero si el cupo es cero, se convierte en una condena.
Así, en el caso de la otra cueva cerrada al público, la de Llonín, aparte de los motivos arqueológicos vuelve a aflorar la política. La política y el queso: Llonín se encuentra en Peñamellera Alta, y de hecho se utilizó para curar quesos hasta el hallazgo de pinturas rupestres. No atiende ningún guía, ni profesor, ni investigador: se pone al teléfono directamente la alcaldesa, Rosa Domínguez, de Foro Asturias, que denuncia que la cueva está «cerrada y que tampoco se está estudiando». Ella está molesta por que uno de los cinco monumentos de la UNESCO del arte rupestre en Asturias «no se pueda disfrutar», como un mueble inerte que no se mueve ni en una dirección ni en otra. «Hubo un proyecto de museo que nunca se llevó a cabo, parado y que no hubo tiempo de retomar» mientras que su partido estuvo en el gobierno regional.
Hoy, solo se puede visitar virtualmente. Ni reproducciones, ni acceso. Para nadie: patrimonio bajo tierra.

No hay comentarios: