Las grutas de cristal cumplen medio siglo
Las cuevas han fomentado el turismo y el desarrollo del pueblo.
El descubrimiento de las grutas de cristal, hace medio siglo, cambió para siempre el destino de Molinos. Este pueblo en la frontera del Bajo Aragón y el Maestrazgo, al que pertenece, parecía condenado a seguir la suerte de otros núcleos de esa zona montañosa del este de Teruel: la emigración, el despoblamiento y la desaparición.
Pero el hallazgo de las cuevas en 1961 fue un acontecimiento que convirtió a Molinos en un foco de atracción de los aficionados a la espeleología, primero, y en un centro turístico de cierta importancia en la provincia de Teruel, ya en los años 70 del pasado siglo. En la actualidad, alrededor de 20.000 personas visitan cada año esa maravilla natural.
Gracias a ello, esta pequeña localidad de unos 250 habitantes encontró un complemento a su economía agraria, basada principalmente en la ganadería, dado que en su territorio se da muy bien la oveja de la raza ojinegra, típica de Aragón.
"El turismo da puestos de trabajo tanto directos como indirectos", asegura la alcaldesa, María Elisa Martínez. "Por un lado está el personal que atiende al público en las grutas de cristal y en los distintos museos, y por otro todos los negocios que se han montado para acoger a los visitantes"
El tipo de turista que visita Molinos ha ido cambiando a lo largo de los años. Empezó siendo un visitante que acudía en familia, pero estos ultimos años se ha incrementado el número de personas que acuden a practicar deportes de aventura, con lo que la media de edad de quienes aparecen por la zona se ha rejuvenecido bastante. Atractivos no faltan, como, por ejemplo, la posibilidad de caminar por los senderos del Maestrazgo, montar en BTT en Fortanete y practicar el barranquismo.
Pero Molinos también puede satisfacer al turista cultural, dado que dispone de tres museos, una dedicada al ecosistema de la zona, otra a la antropología y una última al artista local Blasco Ferrer.
Eso explica que estos últimos años hayan abierto sus puertas varias casas de turismo rural, a las que hay que añadir un hostal, un albergue y dos restaurantes. Por no hablar de los pequeños comercios que viven en parte gracias al gasto de los turistas que se acercan al monumento natural, título que ostentan desde el año 2006.
"Las grutas están abiertas todo el año, pero cuando más visitas reciben es durante la Semana Santa, en el mes de agosto y algún puente festivo", señala María Elisa Martínez, que advierte, sin embargo, que "nuestro objetivo es repartir las actividades culturales a lo largo de todo el año para que siempre haya movimiento", añade la alcaldesa de Molinos.
Así, en el mes de septiembre se celebra un ciclo dedicado a la música y la palabra y, en distintas fechas a lo largo del año, se organizan diversos congresos científicos relacionados con la espeleología

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