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sábado, 13 de febrero de 2010

La Cueva del Agua

capricho de la naturaleza lleno de vida
Tras la nieve y la lluvia, enormes caudales se deslizan por la gruta que alimentó los versos de Antonio Machado




En las proximidades del santuario de Tíscar, a 14 kilómetros de Quesada, entre rocas, pinos y en pleno corazón del Parque Natural, la Cueva del Agua, 'Capricho de la naturaleza', 'Gruta de la Virgen de Tíscar' o 'Cueva de las Maravillas', como algunos le llaman, se presenta estos días con el esplendor que le proporciona el torrente de agua que mana por la piedra.



Manantiales que buscan la superficie entre la verde hiedra, generosas cascadas que brotan de la roca, agua y más agua. Es el silencio sonoro, el sobrecogedor espectáculo que este invierno oferta en Quesada su Cueva del Agua. Porque tras la nieve y la lluvia, riveras, cañadas, arroyos, regatos y regueros se confabulan para que por las oquedades de la gruta desfilen torrentes copiosísimos que provocan la admiración de quienes acuden a contemplar esta sinfonía del agua.



En la A-6206 que une Quesada con Belerda y Pozo Alcón, cerca de la A-305, dentro de un enclave considerado 'Reserva de la Biosfera', catalogado desde 1986 por la Junta de Andalucía como 'Monumento Natural', la Cueva, que no llega a recibir el número de turistas que su belleza merece, deslumbra a quienes deciden serpentear carretera adelante en busca del destino de la sierra. Cuando el visitante llega se encuentra con un espectáculo natural que a nadie deja indiferente. Así lo describe el naturalista Javier Broncano: «El lugar impresiona. El sonido del agua es tremendo. Fuera, la lluvia bate el paisaje en espesas cortinas impulsadas lateralmente por el viento. El ambiente lóbrego acentúa la sensación de absoluta soledad, pero resulta gozoso encontrarse inmerso en la increíble energía que emana del lugar, con su espectacular comunión entre roca y agua».



Estrecha garganta



Gruta caliza en la que la erosión ha formado una estrecha y profunda garganta por donde transcurre el río Tíscar, para acceder a la cueva se dispone de una pista de tierra de 200 metros. Llega después, una larga acequia que se supera en cuclillas y hay que vencer con cuidado por la profundidad del vacío y las irregularidades del terreno, un centenar largo de escalones. Salvado todo ello, el premio del espectacular santuario de la naturaleza.



La cueva, en cuyo entorno se han descubierto una veintena de abrigos con pinturas rupestres, cuenta con enormes paredones y con estalactitas que pregonan el paso del tiempo. Por todos sitios aparece el musgo verdoso que empapela la roca vieja y por arriba hay aberturas que dejan ver el cielo. Pero, sobre todo, hay silencio.



Antonio Machado



Dentro de la cueva, incrustada en uno de sus orificios, se contempla una venerada réplica de la Virgen de Tíscar, patrona de Quesada y del Adelantado de Cazorla. La diminuta talla alimenta leyendas populares y hasta motivó los versos de Antonio Machado. En 1917, ejerciendo el poeta como profesor de francés en Baeza, un par de años antes de su traslado a Segovia, Machado conoció la sierra de Quesada y visitó el santuario de Tíscar. Al poeta le habían hablado de su enclave entre inmensas rocas, al pie de la Peña Negra, gruta de la que salía una catarata de agua que alimentaba el charco conocido como 'pilón azul', en el que se bañaban en verano jóvenes de las aldeas.



La visita impresionó a Machado, a tal punto es así que le inspiró unos versos que se contemplan tallados en la roca: «En la sierra de Quesada/hay un águila gigante,/verdosa, negra y dorada,/siempre las alas abiertas./Es de piedra y no se cansa./Pasado Puerto Lorente,/entre las nubes galopa/el caballo de los montes./Nunca se cansa: es de roca./En el hondón del barranco/se ve el jinete caído,/que alza los brazos al cielo./Los brazos son de granito./Y allí donde nadie sube/hay un águila risueña/con su río azul en brazos./Es la Virgen de la Sierra».

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